Para estas
reflexiones tengo que dar las gracias a todos mis compañeros. Como siempre me
han aportado mucho. Quiero aquí destacar en primer lugar la opinión de Nuria
acerca de los exámenes, que personalmente he siempre detestado. Decía Nuria: “¿son
útiles los exámenes? Yo creo firmemente que sí. Cuanto más exigente sea el
sistema de evaluación, más se esfuerza el alumno. Y no es necesario que esta
evaluación exigente sea un único examen “a la antigua usanza”: hace muy poco he
acabado un curso de inglés en el que la profesora organizó un “concurso” por
equipos para hacer tests semanales acerca de las cosas que íbamos viendo en
clase. Cada jueves hacíamos un examen en equipos de 3 personas y el equipo que
obtenía la mejor nota se llevaba el punto semanal.” Me ha hecho reflexionar
sobre la importancia de los exámenes como motivación para los alumnos, y de
cómo pueda transformarse el el viejo exámen en algo novedoso capaz de
involucrar a todos, incluso más que si el examen hubiera sido individual.
Pertenecer a un equipo, los hacía sentir más motivados y responsables hacia los
compañeros.
Gracias también
a María Teresa, que ha puntualizado en relación con los objetivos, algo que no
tenía yo muy claro: “En cuanto a que el profesor exponga todos los objetivos a
alcanzar, no estoy totalmente de acuerdo. Cierto es que los alumnos deben
conocer sus metas, pero no creo que sea decisivo para ellos conocerlos todos
para llegar a ellos. Si el alumnado está formado en grupos, lo ideal es que el
profesor marque unos objetivos comunes a todos y otros individuales conforme a
cada uno de ellos. Es por eso que creo que no se pueden anticipar todos los
objetivos porque la clase fluirá dependiendo de lo que ocurra a diario y el
nivel de adquisición de cada individuo.” Comparto su opinión, y me ha encantado
la distinción entre objetivos colectivos e individuales.
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